Querid@s
amig@s. hablaremos hoy del Matrimonio como sacramento.
En primer lugar, vemos el matrimonio como una realidad querida por Dios desde la creación del hombre y
elevada por Cristo a la condición de sacramento.
La
vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y la
mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una
institución humana. Sobre el matrimonio se establece la íntima comunidad de
vida y amor conyugal fundada por el Creador y provista de leyes propias que no
dependen del arbitrio humano.
En Gn 1,
16-28 vemos como el hombre y la mujer son creados simultáneamente y ambos son iguales en dignidad, pues los dos
reflejan la imagen de Dios a la que fueron hechos. Se distinguen por la diferencia sexual. Por tanto desde el
principio hombre y mujer aparecen como la primera pareja humana. Dios los creó en "pareja".
Son creados en relación de uno al otro, de modo que ambos han de formar una
unidad superior: una sola carne. Ambos han sido creados para el matrimonio.
Ya en el
Nuevo Testamento el Señor mismo asiste a las bodas de Caná y realiza allí, a
petición de su Madre, su primer signo. De ésto la Iglesia ha interpretado que
Cristo confirma la bondad del matrimonio y que será signo eficaz de Su
presencia. Así el matrimonio cristiano viene a ser signo eficaz, sacramento de la alianza
de Cristo y de la Iglesia, y puesto que es signo y comunicación de la gracia,
el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (
Cfr. CIC can. 1055, 1).
La unidad e indisolubilidad son las propiedades esenciales del matrimonio.
Del
"matrimonio de los orígenes" deducimos que la unidad y la
indisolubilidad son los elementos específicos del matrimonio.
Los
términos bíblicos varón-varona se expresan en singular. Ambos, en su distinción
específica están destinados a formar una sola carne. Esto denota que el
matrimonio da lugar a una unidad superior; por eso el hombre deja a su padre y
a su madre para integrarse en unidad con la mujer y de ésta con el hombre. La
unidad matrimonial supera los vínculos de la propia sangre.
Es la
unidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos
"de manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).
La
permanencia del vínculo en la unión hombre-mujer brota de la unidad misma que
forma la pareja: se une a su mujer y se hacen los dos una sola carne, un solo
ser. Se unen de tal modo que no es posible la ruptura de tal ligamen. La
interpretación que hace Cristo de Gn no deja lugar a dudas: lo que ha unido
Dios, no lo separe el hombre por que son una sola carne (Mt 19,6).
Nestor Cujcuy