Queridos
amigos y amigas. Hoy quisiera compartir con ustedes una parte de la realidad de
nuestra existencia. Ya que todos peregrinamos en esta vida, nos movemos, trabajamos,
jugamos, etc. En esos quehaceres cotidianos detengámonos un poco, sentémonos y
reflexionemos sobre lo que estamos realizando en nuestra vida; sólo así nos
daremos cuenta que no somos los únicos seres sobre esta tierra, sino que hay
otras personas con quienes nos encontramos, con necesidades y exigencias
iguales o distintas a las nuestras. Por ello
debemos regular nuestra conducta humana por dos llamadas distintas de la
naturaleza: la nuestra (desde dentro) y la de los demás (desde fuera).
La
primera llamada es a partir de nuestro propio ser. Ya que el hombre tiene
necesidades primarias (de alimentarse,
dormir…) y secundarias (el vestuario, deporte…). Esto nos lleva a mirar nuestra
relación con los demás. A esta dimensión de la conducta humana le llamamos “bienes”. Ahora bien ¿qué significa el
concepto bien? Aristóteles lo ha
definido como “lo que todos apetecen o desean”. Toda persona humana tiene
este deseo, nos atraen muchas cosas; pero la elección de todo ello ha de ser a
partir del uso de la capacidad de la inteligencia. Es decir, desear
aquello que nos apetece con el desarrollo de nuestra inteligencia y no por
nuestros instintos (que es propio de los animales). Por ejemplo: el
dinero y la comida son un bien, pero el dinero no es comestible pero puede
proporcionar comestible; en esa medida es un bien en relación con la
inteligencia humana (lo que un animal es incapaz de captar la relación entre el
dinero y la comida).
Por
otro lado, está la llamada que dirigen las personas y cosas que nos rodean; con
los mismos derechos, necesidades y el cuidado al igual que nosotros. Esto nos
lleva a cuestionarnos e imponernos obligaciones en la vida, es decir: nuestros
deberes frente a las realidades que nos rodean. Hemos dicho que los
seres irracionales, solo sienten la voz de sus instintos, pero los hombres
oímos también voces de los seres que nos rodean. Le es propio del hombre sentirse obligado
por esas voces. Se preguntará ¿por qué? Porque estamos dotados de
inteligencia y voluntad, por lo cual, llegamos a conocer cómo son las cosas, y
por eso, nos sentimos obligados a tratarlas con respeto. Por ejemplo: un hombre
normal y consciente no puede comer tranquilo, mientras tiene al lado a otro
hombre hambriento; sabe lo que siente y necesita, le condiciona y le obliga.
Por
tanto, los bienes nos atraen y los deberes nos obligan. Para llevar a
cabo hemos de formar nuestra conducta como un arte de conjugar bienes y deberes, de
poner cada cosa en su sitio, de poner orden en los amores cotidianos. Una
regla de oro (de doble dimensión) que nos ayuda a alcanzar nuestros bienes y a
realizar nuestros deberes es: la primera en forma pasiva o neutral en la vida
es no
hacer a otro lo que a ti no te gustaría que te hicieran; la otra forma
es activa y muy exigente, hacer a otros lo que a ti te gustaría que te
hicieran. Este adagio refleja e ilumina nuestros bienes y deberes para
consigo mismo y para los demás.
Diego Mendoza D.
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