El hombre, un ser
descentrado
¿Sabías que el hombre es un ser descentrado? No en el sentido
peyorativo, fuera de sí: desorientado, confundido, perdido… sino más bien con
un fin y un sentido de su vivir. Muchas veces en el campo científico, se hace
una comparación del hombre con los animales. Pero el hombre es un ser complejo
–de cuerpo y alma-, y no se puede reducir a simples instintos animales.
El hombre –animal
racional, un ser libre- es dotado de inteligencia y voluntad, que lo diferencia
de los animales. El
hombre es dueño de sí; hace lo que quiere, capaz de obrar después de deliberar
con su inteligencia; es dueño de sus actos, no esta gobernado por sus
instintos. Sino rige con su inteligencia y decide libremente su conducta,
voluntariamente.
Por ello, se ve que el
animal sólo le interesa el medio ambiente en relación son sus necesidades.
Se preguntará ¿Por qué? La respuesta es por el mismo instinto quien le
gobierna, y sólo le interesa comer… le importa sólo lo que le sirve o le afecta, ni siquiera se da cuenta de su
propia existencia. Sólo vive para sí mismo, para su supervivencia de su
especie, para saciarse del hambre que llevan… y nada más. El hombre no vive de
esta manera.
El hombre va
desarrollándose, progresándose e interactuando con el medio y demás personas
que lo rodean. Es decir, el hombre descubre cosas que están ahí, no
sólo en relación con sus necesidades sino con los demás y consigo mismo. El
desarrollo de su inteligencia le introduce a esa relación objetiva con los
demás y las cosas. Descubre que hay elementos de la naturaleza -que le rodean-
con sus leyes y necesidades. Conoce la verdad aunque no le sirve para comer y
va en busca de ella, porque tiene esa capacidad y muy dentro de su ser tiene
esa ansia de llegar a poseerla y contemplar su belleza. Por eso el hombre es un ser descentrado, no
esta centrado o ensimismado en su egoísmo, sino que reconoce y ha de conocer
que hay “alguien” que existe además de él y con quien se ha de relacionarse.
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