miércoles, 23 de noviembre de 2011

“Los jóvenes y la universidad, testimoniar a Cristo en el ambiente universitario”

                En nuestra época es necesario redescubrir el lazo que une a la Iglesia con la universidad. Ya que desde que se iniciaron, las universidades tuvieron su origen en la Iglesia. La Iglesia, de hecho, no sólo tuvo un papel decisivo en la institución de las primeras universidades, sino que ha sido durante los siglos fragua de cultura, y hoy sigue siéndolo a través de las universidades católicas y de las diferentes formas de presencia en el amplio mundo universitario. La Iglesia ve en la universidad uno de «esos lugares de trabajo, en los que la vocación del hombre al conocimiento, al igual que el lazo constitutivo de la humanidad con la verdad como fin del conocimiento, se convierten en una realidad cotidiana» para muchos profesores, jóvenes, investigadores y multitudes de estudiantes (Cfr. Discurso de Juan Pablo II a la UNESCO, n. 19: in «Insegnamenti», III/1 1980, pp. 1650 s.).

                Para ello queridos amigos y amigas, en el campo de la universidad no sólo somos llamados a ser destinatarios de servicios, de adquisición de conocimientos y de la verdad de las cosas, sino que somos protagonistas de las actividades que en ellas se desarrollan. Asumir nuestra responsabilidad de opciones decisivas que orientarán todo nuestro futuro. Por este motivo, es necesario que afrontemos el itinerario universitario con una actitud de búsqueda de las respuestas adecuadas a las preguntas esenciales sobre el significado de la vida, sobre la felicidad, y sobre la plena realización del hombre, sobre la belleza como esplendor de la verdad.

                En muchos de los ambientes y pensamientos donde el ateísmo, la indiferencia religiosa, el escepticismo, el nihilismo y demás ideologías que pueden poner en peligro la existencia humana y tergiversar el verdadero sentido de la vida, estamos llamados a vivir nuestra fe con nuestro ejemplo de vida. Es obvio que esto no lo podemos realizar con nuestras propias fuerzas humanas, es necesaria y urgente la ayuda de Dios.

                ¡Amigos jóvenes! Nosotros somos los discípulos y los testigos de Cristo en la universidad. Que el período de estudios sea para todos nosotros un tiempo de gran maduración espiritual e intelectual, y que nos lleve a profundizar en nuestra relación personal con Cristo.


Diego Mendoza Damián

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