miércoles, 12 de octubre de 2011

Qué es la libertad y qué no es la libertad


Es de vital importancia conocer el tema de la libertad humana porque es el eje de las acciones libres del hombre, de la cual se deduce la moralidad de los actos del hombre, que marcan y determinan la situación del mundo y el sentido de la vida humana. Necesariamente es importante tener claro qué es la libertad y qué no es la libertad, y no quedarse con la concepción errónea de hacer lo que le da la gana a cada uno.

La libertad es autodeterminación al bien. Es una capacidad propia de los seres inteligentes que eligen empleando su inteligencia y voluntad. La libertad requiere el uso de la inteligencia y de la voluntad. La libertad va unida y necesita de la verdad. Requiere del entendimiento como la facultad que busca la verdad y de la voluntad que busca el bien. El uso de ambas facultades puede determinar dónde está el bien verdadero y escogerlo, es decir, se inclina a buscarlo siempre. Por tanto, la libertad es la capacidad de elegir inteligentemente; es la capacidad de realizar acciones bien pensadas; y la capacidad de elegir el bien previamente conocido. Con mayor razón, la libertad puede aumentar en el sentido de adquirir mayor facilidad de conocer y escoger el bien. Mejorará a base de la realización de buenas elecciones y buenas acciones, pues se crea el hábito de optar por el bien. Esto remite a una  libertad del hombre que se nutre de reglas y de disciplina; al salirse de éstas, se pierde en un libertinaje oscuro  hiriendo su propia personalidad y naturaleza.

Sin embargo, el hombre puede disminuir su libertad a través del concepto pobre y erróneo que tiene de la misma. Muchos dicen “soy libre, puedo hacer lo que me da la gana”; los que tienen esta concepción están equivocados, porque el que sigue sus caprichos no es libre, sino esclavo de sus propias apetencias. Esta definición pretende proponer al hombre como esclavo de las normas, atado por las reglas de comportamientos, etc.; por ende, quiere escaparse de todo esto y sentirse libre. Tal concepto de libertad tiene como consecuencia una naturaleza humana que no define el bien y el mal.

No hay que entender la libertad humana como absoluta, sino limitada. No podemos, por ejemplo, ni volar o ladrar como los perros, pero no por eso somos menos libres.  Además, dentro de nuestras limitaciones podemos dirigir nuestra vida en un sentido u otro. Asimismo, la libertad no es capacidad de elegir el mal. El ser más libre es el que no escoge el mal. Elegir el mal es un error de inteligencia o de voluntad. Manifiesta que hay libertad pero una libertad defectuosa, capaz de equivocarse. La libertad no es la capacidad de equivocarse eligiendo. No se trata de escoger deliberadamente el mal sino el bien.

La cultura contemporánea afirma y exige una libertad absoluta, mediante la cual, el hombre debe realizarse a sí mismo, porque siente el peso de una libertad vacía y quiere llenarla de sus acciones postergadas en un extremo fuera de las normas de la vida. Sin irse a grandes horizontes, muchos mantienen viva la concepción sartriana de libertad. Sartre, gran pensador sobre el hombre, con su equivocada concepción de libertad, afirma una libertad indefinida, negada por Dios, impedido por los mandamientos y las normas de la sociedad. Según él, es necesario liberarse de Dios, de la religión, de los mandamientos y de las normas de la sociedad y regirse por las propias reglas que uno crea en la situación en que se encuentra. Esto deduce que los males del mundo son consecuencias de una libertad creada por el hombre y, sobre todo, de una libertad indefinida, ya que la razón humana siempre es más creativa para rebasar los límites que rige su conducta que para encontrar nuevos caminos para la vida.

En consideración conclusiva, la libertad autentica es la que siempre reconoce y elige el bien, es el que va unido a la Verdad y a las normas. Una falsa libertad es el libertinaje (Ga 5, 13). San Agustín dice: “que Dios te conquiste y ya eres libre”. Nuestro Señor ha venido a darnos la verdadera libertad, la libertad de los hijos de Dios que gozan en la verdad.    


Antonio Manuel Tacaxoy 

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