lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Por qué confesarse?

Hoy en día hay algunos que niegan que lo que se realiza en el sacramento de la Confesión tenga efecto alguno. Sin embargo, si examinamos la realidad de la vida del hombre nos damos cuenta que sus pensamientos, palabras o acciones no siempre son tan buenas a como uno quisiera que fueran. Esto es fruto sobre todo de la debilidad, que por nuestra condición humana –herida por el Pecado  Original- todos tenemos, frecuentemente caemos en faltas contra Dios o contra el prójimo. Por experiencia nos damos cuenta que después de haber cometido alguna falta nuestra conciencia se haya intranquila y necesita de una paz que ninguna criatura es capaz de dar sino solo Dios. Es por ello que Jesús –Dios mismo-, instituyó hace más de dos mil años el Sacramento de la Penitencia a través del cual se nos perdonan nuestros pecados y somos reconciliados con Dios.
A veces hay muchos que piensan ¿para qué confesarme con un sacerdote si él también es un hombre igual que yo? Pero no hay que olvidar que Jesús quiso que fuera de esta manera y no de otra. En el Evangelio de San Juan en el capítulo 20 leemos que el día de la Resurrección, estando los apóstoles reunidos, Jesús presentándose en medio de ellos les dijo: “¡Paz a ustedes! Así como el Padre me ha enviado, así los envío yo a ustedes. Y soplando sobre ellos les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados les quedarán perdonados y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn 20, 21-23). Con esto nos damos cuenta que Jesús les da el poder de perdonar los pecados a los apóstoles, quienes lo transmitieron a sus sucesores los obispos y a sus colaboradores, los sacerdotes; aquellos, a su vez lo transmitieron a otros, y es así como ha llegado hasta nuestros días la transmisión de este poder que poseen los ministros ordenados de la Iglesia: Obispos y sacerdotes. Por tanto se puede decir que cada vez que confesamos nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia no es con un hombre con quien nos confesamos, sino que es con el mismo Cristo, quien se sirve del sacerdote como instrumento por medio del cual Él nos perdona. Cristo es quien ha dado el poder al sacerdote para  perdonar pecados, y por tanto cuando el sacerdote absuelve, es Cristo quien nos perdona, por muchos y terribles que fuesen nuestros pecados Él nos perdona siempre, porque Él mismo nos dice en su Evangelio “No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos” (Lc 5,32).
Es por esta razón que hoy nuevamente te invito a que reflexiones sobre cómo ha estado tu vida hasta ahora, examínate, pide mucha sabiduría a Dios para que te ayude a descubrir cómo le has ofendido, y procura confesarte pronto de esos pecados para que Él te perdone. Además, no busques la Confesión solo para tranquilizar tu conciencia, sino sobre todo para pedirle perdón a Dios y reconciliarte con Él. ¡¡Animo!! Acércate con fe y confianza al sacramento de la Penitencia, Dios te espera.

Santos Ramos

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